Su secretaria es un poco seca, pero él tiene una sonrisa cálida que le
quitaba el temor a cualquiera que entrara en su oficina. Tiene diplomas
colgados en la pared y una silla giratoria de cuero. Su matrimonio no es
ejemplar, pero mejor que la mayoría. Pastorea una iglesia de buen
número, su nombre es respetado. Es bueno en los deportes y su iglesia
cumplirá 20 años; le faltan diez años para jubilarse y vivir su otoño
con suaves vinos y nietos juguetones. Hablamos de Jairo, y no podrás
creer cuando lo escuches contar el testimonio en primera persona, del
milagro que cambió su vida. Asombroso.
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lunes, 10 de diciembre de 2012
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