La unción es como el aceite, se puede evaporar si no se cuida. Si
dejamos que el tedio y la costumbre nos impidan maravillarnos con el
mover de Dios, algún día nos podemos transformar en la sombra de lo que
alguna vez fuimos en la unción del Señor. Somos maestros de los velos y
aprendemos a proyectar lo que no sentimos; tenemos hábitos que nos roban
tiempo de la presencia de Dios. Si queremos el beneficio de la unción,
hay que pagar el precio; hay que tener hambre por la Presencia de Dios.
No te puedes perder este mensaje.
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lunes, 10 de diciembre de 2012
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