Había una hermana en la congregación que siempre que cantaba, desafinaba
bastante, pero lograba que la Presencia de Dios viniera a la iglesia.
Nada ocurría hasta que ella cantaba y adoraba. ¿Por qué pasaba eso?
Porque cuando levantas tu rostro y adoras al Señor con esa adoración
imperfecta pero tan del corazón como el de esta hermana, logras tener
una relación de intimidad con Él, una relación en la que le puedes
llamar ‘papi’ y no ‘señor’; y te puedes acercar a Él con la misma
familiaridad con que tus hijos te llaman y se sientan en tu regazo para
recibir tu amor.
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http://depositfiles.com/files/l4f6mhjvw
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