En ocasiones, el nombre que nos dan a lo largo de nuestra vida afecta a
nuestra identidad, y cuando nos llaman hispano, viudo, separado,
divorciado, ilegal, moreno, petizo, alto, gordo, narigón, burro… eso
determina nuestra forma de ser y de enfrentar cada día. Pero el Señor
hoy te va a cambiar el nombre, como a Simón lo volvió Pedro, a Saulo lo
transformó en el apóstol Pablo, y a Jacob lo llamó Israel, porque tú
eres real sacerdocio, linaje escogido, pueblo adquirido por Dios.
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miércoles, 12 de diciembre de 2012
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